Los helechos

 

Que frágil balance sostiene tu vida,
que nace, cambia y espira,
en un parpadear de ojos,
veo tu verde resplandor,
y al volver a aparecer,
solo es recuerdo de ayer.

Con la tierra calcinada, no hay nada.

Llueve como lagrimas derramadas
Que encuentran la mano divina,
Regresando así, un buen día a tu selva,
El esplendor exuberante de la vida.

No culpemos a la muerte,
que nos asecha en vida
con sus virus arrasadores,
ya que su hogar quemamos
y en nosotros sembramos
la razón de su existencia,
cual invade el organismo
por la falta de conciencia.

Jorge Foglia
Asunción, Paraguay
1995